sábado, 15 de marzo de 2008

Otra vez la camisa blanca...

Esta mañana resbalé en la lluvia y caí sentado y… fíjate: me recordé de tí. Quizás porque ví las estrellas o quizás porque la calle donde dejé mi huella se llamaba  Antares. 
Pero sólo me acordé. Y tú….¿Alguna vez me recordaste? Espero que en 
condiciones diferentes a las mías. También te recordé una noche mientras buscaba mi abrigo, abandonado en el rincón más profundo de un armario, camuflado por las arañas artesanas. Aún no sé como hiciste para borrar de mi vida el lienzo de tu espalda…¿Será la edad y la angustia? O será que al pasar el tiempo las locuras se saborean y se guardan como algún enamorado de corbata y bastón guarda un bucle de su primer amor. Así te llevo, doblada y oculta en el fondo de mi bolsillo, junto a mi moneda de la suerte y a veces, insospechadamente te saco, te extiendo sobre mis piernas, te recuerdo, te acaricio y te guardo…pero antes de guardarte te doy un beso pequeño, una cucharadita de beso, y pienso en tus manos que gustan acariciar. A veces también me sorprende tu recuerdo cabalgando por los pasillos de un almacén… cantando y moviéndote con la desfachatez de la juventud. Te recuerdo y aparece la sonrisa escondida. Te extraño de vez en cuando. 
¿Te sorprendiste?...¿Me recordabas?....¿Te alegré el día?...¿Te canté en la noche? Aún recuerdo tu última canción porque significa mucho para mí: mi derrota, mi angustia, mis ilusiones. La canto y se me va el alma en ella. La canto y siento que mil cristales me desgarran el alma. La canto y te recuerdo. Hoy no sé donde estás, ni quien realmente eres. No sé si llueve o truena sobre ti y es mejor así pues nada me hubiera podido detener para extender mis alas, volar y poder cobijarte, acariciarte y amarte. 
He caminado, he conocido, he dejado de mirar las estrellas pues hoy mi cielo es distinto. Un día me recubrí con la armadura de ignorarte…la de no recordarte. ¡No mela quites!...¡No me la quites!...si la pierdo me quedaré desnudo y necesitaré de tus palabras, de tus manos, de tus ojos, de tu voz, de tu respirar…si la pierdo me quedaré inmóvil…si la pierdo…¿acaso volveré a amarte desgarrándome? ¿estirándome?
Tal vez acariciando tus letras, comiéndome cada segundo, cada minuto, cada hora…cada día…esperando unas líneas, disolviendo mi mirada esperando una señal de tí, sintiendo de nuevo que me aprietas por dentro, sintiendo que me desespero, que sueño y que me doy golpes contra la pared, por favor… ¡No me quites mi armadura! 
¡No me la quites! Que al fin he vuelto a correr en la playa espantando gaviotas. He saboreado tu locura, tus escaramuzas y tus sueños, tu amor por la luna, tu calor, que se 
mete por mis sábanas y grita tu nombre…¡no me la quites! No juegues conmigo.
He perdido mi bastón y mi caminar es lento. Y mi traje no recuerda en donde dejó la corbata. No se dónde se quedó mi moneda de la suerte. Pero aquí estoy sentado en mi 
horizonte esperándote. Aquí estoy en el Gólgota esperando que den las tres de la tarde, a ver si aparece el cobarde de Pilatos. Compraré un zapato azul para ir a tu fiesta. 
Aquí estoy bordando con agujas el futuro de mi tierra. Aquí estoy en este lugar donde todo es blanco y negro como la foto de mi padre. Aquí estoy aullándole a la luna mientras cuento las estrellas. Aquí estoy…desesperado por saber de tí. Aquí estoy con mi camisa blanca que se amarra por detrás…muy elegante. Listo para otra sesión de 
patadas…
Un loco

1 comentario:

Gabriela Collado dijo...

Los hemos leído juntos y hemos llorado sobre sus palabras... preciosos cuentos... emanados de un corazón sensible...
¡Felicidades por el blog!

...al final me has hecho caso... jajaja.

Un saludo